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MELGAÇO, DO MONTE À RIBEIRA

História e narrativas duma terra raiana

MELGAÇO, DO MONTE À RIBEIRA

História e narrativas duma terra raiana

14-10-1930 – DETALHES DO DESCARRILAMENTO DO COMBÓIO MADRID-VIGO

melgaçodomonteàribeira, 15.04.13

 

Relógio do comboio Madrid-Vigo conservado nos Bombeiros Voluntários de Melgaço

 

 

DETALLES DEL ACCIDENTE.

CÓMO MURIÓ LA NIÑA ROSA CARBALLO.

LOS HERIDOS.

 

    Vigo 14, 9 noche. Se conocen nuevos detalles del accidente ocurrido en las inmediaciones del puente de Cequelinos al expreso de Vigo.

    El descarrilamiento sobrevino en una curva proninciadísima que desemboca en el puente sobre el río Miño. Sigue ignorándose aún la causa del descarrilamiento.

    Se sabe que la locomotora salióse de la vía por el lado izquierdo, cayendo por un terraplén de14 metrosde altura y dando varias vueltas de campana. El furgón de cabeza y dos coches de primera, mixtos de cama y dicha clase, y de gran tamaño, se salieron por el lado derecho, quedando tumbados al tropezar contra un talud. A esto se debe que el número de víctmas no haya sido mayor.

    En el terraplén por donde se deslizó la locomotora se hallaba apacentando ganado, a la orilla del Miño, la niña de diez años de edad Rosa Carballo López, la cual foi arrollada por la máquina, muriendo horriblemente aplastada. Los bueyes huyeron despavoridos y fueron más tarde recogidos a larga distancia de la ladera.

    El accidente fué aparatosíssimo. La máquina quedó tumbada junto al río y los coches de primera tumbados también al otro lado. Dióse el caso paradójico de que los otros coches pequeños, mucho más ligeros que los de primera, quedaron en pie. Afortunadamente, no iban muchos viajeros en los coches de primera. Si hubiera ido más gente la catástrofe habría sido horrible.

    Al darse cuenta de lo ocurrido acudió al lugar del suceso el vecindario de Cequelinos, dedicándose a recoger a los heridos. El maquinista, Alfredo Vásquez, apareció en su sitio, fuertemente agarrado a la palanca central de la máquina. Indudablemente, quiso frenar con todas sus fuerzas, pero nada pude hacer por sobrevenir la catástrofe rápidamente. Extraer el cadáver ha costado enorme trabajo. Alfredo Vásquez tenía cuarenta y ocho años, era natural de Orense y estaba casado. Al presentarse esta tarde allí su esposa se desarrolló una tristísima escena.  Deja cuatro hijos de corta edad.

    Frente a Cequelinos, al otro lado del río, se halla enclavado el pueblo portugués de Melgazo. Al presenciar los vecinos la catástrofe tocaron a rebato las campanas inmediatamente, cruzaron el río los bomberos y numerosos vecinos, que se dedicaron a prestar auxilio a los heridos. Es muy elogiado este humanitario comportamiento de los bomberos y vecindario de Melgazo.

    Además del maquinista ha muerto, como antes decimos, la niña Rosa Carballo, que estaba apacentando ganado. Rosa era de nacionalidad portuguesa y prestaba servicio, en unión de un hermanito suyo, en casa de un vecino de Cequelinos.

    El número de heridos se calcula en 15. Como ya hemos dicho, los coches que volcaron vinieron a quedar al lado contrario del terraplén que baja al río, o sea hacia la ladera del monte.

    En uno de los dos grandes coches mixtos de camas y primera, que venía de Hendaya y pertenecia al directo de esta población, viajaba un matrimonio alemán que resultó herido. María Amdrewsk, de nacionalidad alemana, procedía de Bilbao y se dirigía a Monte Estoril y Lisboa, donde tiene su residencia. Presenta heridas en la mejilla y pierna izquierda.

    Parece que entre los heridos figura el cónsul norteamericano en Vigo, el cual venía a posesionarse de su destino. José Cuadrados Diéguez, marino de Sevilla, que se dirigía a Vigo, presenta diversas heridas. Don José Blanco Soler, vecino de Vigo, que regresaba de un viaje a Madrid, sufre diversas lesiones. Don Vicente Domonte García, alto empleado de Ferrocarriles, tiene una herida en la cabeza. Don Juan Lago López, vecino de Vigo, diversas lesiones. El fogonero José Longa presenta múltiples lesiones. Don Dionisio Parrero y D. Venancio Sanz Prats, viajantes, sufren contusiones en la cabeza y en otras diversas partes del cuerpo.

     Se desconocen los nombres de los restantes heridos, por haber sido trasladados a varias clínicas particulares. De todas formas, los heridos lo son generalmente de carácter leve, salvo cuatro o cinco que ofrecen una mayor gravedad.

 

 

ABC (Madrid) – 15/10/30, Página 19

 

http://hemeroteca.abc.es

 

14-4-1929 – FUNDAÇÃO DA ASSOCIAÇÃO HUMANITÁRIA BOMBEIROS VOLUNTÁRIOS DE MELGAÇO

melgaçodomonteàribeira, 14.04.13

 

Comboio Madrid-Vigo descarrilado em Crecente

 

ABC. MIERCOLES 15 DE OCTUBRE DE 1930.

EDICION DE LA MAÑANA. PAG. 19.

 

 

DESCARRILAMIENTO DEL EXPRESO DE MADRID A VIGO

 

 

DOS MUERTOS E MUCHOS HERIDOS. EL LUGAR DEL ACCIDENTE. TRES TRENES DE SOCORRO. NOMBRE DE LAS VÍCTIMAS. VIAJEROS DETENIDOS EN MONFORTE.

 

LAS PRIMERAS NOTICIAS

 

    En las primeras horas de la tarde se supo ayer en Madrid que entre las estaciones de Pousa y Arbo, en la línea de Monforte a Pontevedra, había descarrilado el tren expreso que salió anteanoche de la corte. Añadián estas noticias que quatro de los vagones cayeron a la ría desde un desnivel de muchos metros de altura.

 

EL LUGAR DEL ACCIDENTE.

EL MAQUINISTA DEL TREN, MUERTO

 

    Vigo 14, 5 tarde. El tren expreso procedente de Madrid descarriló en el kilómetro 58 de la línea de Orense a Vigo, entre las estaciones de Arbo y Pousa. Ocurrió el descarrilamiento en las inmediaciones del puente de Cequelinos, a las once y treinta y cinco minutos de la mañana.

    La máquina se salió de la vía por el lado izquierdo, y se dice que caió al río Miño. Por el lado derecho descarrilaron el furgón y cuatro coches de viajeros, además del correo.

    Resultó muerto el maquinista, Alfredo Vázquez, y heridos el fogonero, José Longa, y numerosos pasajeros ocupantes de los coches de primera, que fueron los que descarrilaron. Ignóranse los nombres de estos heridos.

    Para recoger a las víctimas se ha enviado un tren de socorro. También han salido de Vigo numerosos automóviles particulares conduciendo médicos y material sanitario.

 

DE ORENSE SALE UN TREN DE SOCORRO

 

    Orense 14, 5 tarde. El tren expreso descendente descarriló esta mañana entre las estaciones de Pousa y Arbo, habiendo resultado el maquinista muerto y numerosos heridos. A la una de la tarde salió de aquí un tren de socorro.

 

TELEGRAMA OFICIAL. EL GOBERNADOR DE PONTEVEDRA

 

    Pontevedra 14, 6 tarde. El expreso de Madrid, que debía llegar a Pontevedra a las dos de la tarde, descarriló a consecuencia del desprendimiento de una trinchera reblandecida por la lluvia cerca de la estación de Arbo.

    A las dos y media se recebió en el Gobierno civil de la provincia el siguiente telegrama oficial del jefe de la estación de Arbo:

    “Según me comunica el inspector de la octava sección, el tren número I ha descarrilado en el kilómetro 58,600, cayendo la máquina al lado izquierdo, y el furgón y quatro coches al lado derecho. Se supone que entre los coches volcados hay victimas. Los viajeros que se salvaron siguieron en automóvil, y confirman la presunción de que hubo víctimas, no pudiendo precisar número ni nombres. Dicen que el material volcado cayó del lado del río Miño, que allí pasa muy cerca de la vía férrea, corriendo el peligro de ser arrastrado por la corriente si no llegan pronto auxilios. Agregan que en el momento del accidente el choque que se produgo fué horrible, así como el crujido de hierros y maderas. Los viajeros daban ayes y voces de socorro. Los viajeros que me dan los anteriores promenores dicen que no saben más porque la impresión del cuadro que veían les impedió fijarse. Pudieron salir del coche próximo al furgón, que fué el menos deteriorado. Por la vía férrea marcharon estos viajeros hasta Arbo, donde tomaron un automóvil que los llevó hasta Pontevedra.”

    Recibido el anterior telegrama ofocial, el gobernador civil marchó al lugar del accidente, acompañado del inspector de Sanidad y el jefe de la Comandancia de la Guardia civil, con material y ambulancia.

    Al lugar del suceso han acudido también los bomberos de la plaza portuguesa de Melgazo. Han muerto el maquinista y una niña de siete años, que está aplastada. Hay también siete heridos, de ellos tres graves, entre los que figura el guarda Angel Rodríguez.

    Se recuerda que en 1915 ocurrió una catástrofe parecida, en la que hubo 18 muertos y 36 heridos.

 

(continua amanhã)

 

3° ANIVERSÁRIO DESTA AVENTURA

melgaçodomonteàribeira, 07.03.13

 

Desenho de Manuel Igrejas

 

 

Foi em 9/11/2007 que a aventura na teia principiou. Festejamos, pois, o 3° aniversário.

 

RETALHOS DE MELGAÇO NOS ANOS XXX

 

    O frenesi na Vila de Melgaço devia-se à visita do Presidente da República, prestes a acontecer. Como por certo acontecera em outras localidades, o povo mantinha-se em nervosa ansiedade. As crianças da escola davam os últimos retoques nos exercícios de postura e nas roupas. Todos vestiam o melhor que tinham. No quintal da Escola Conde de Ferreira faziam os exercícios finais. Era verão, o calor insuportável, àquela hora, uma da tarde, o sol abrasador em cima da cabeça das crianças! O cabo da Guarda-Fiscal que estava instruindo a criançada, como ainda havia tempo, mandou que fossem a casa buscar algum tipo de chapéu para cobrir a cabeça. Todos moravam perto. O Manuelzinho que estava naquele meio por andar na escola oficial, também foi. O seu irmão Gú improvisou-lhe um gorro com a pala de um sobretudo que estava sendo feito. Na cabeça do garoto parecia um bivaque cinza como o dos militares. Todos acharam interessante aquele chapéu improvisado.

   O cabo instrutor recomendou que quando fossem para o terreiro todos tinham de se desfazer dos chapéus. Tinham desde chapéus de palha a chapéus de papel de jornal. O Manel podia conservar o dele na cabeça por ser inusitado.

   As autoridades da terra, vestidas a rigor ou, de gala quem era militar, estavam em Penso, freguesia limite entre os concelhos de Monção e Melgaço, aguardando a caravana. O Dr. Durães e o Dr. Sá, com suas fardas verdes de oficiais da Legião, o tenente Lopes, e o tenente do Posto da Guarda Fiscal, cheio de cordões brancos, talabarte e dragonas nos ombros. O sargento da Marinha, elegantíssimo, na farda branca. Todos de luvas. Os automóveis da terra também estavam lá. O carro do Pires e do Emiliano estavam com Cruzes de Aviz, emblema da Legião Portuguesa, recortadas, coladas no pára-brisas e nas portas. Os outros carros também enfeitados com bandeiras nacionais.

   Cerca das três horas da tarde chegou a Penso o cortejo. Foi saudado com foguetes, palmas e vivas e seguiu adiante engrossando com os carros da terra. Desde a Loja Nova até ao Terreiro, pela Calçada, o povo ovacionou e acompanhou os automóveis. Na Praça da República estavam formados os Legionários com as espingardas, mas à paisana, os marinheiros do Posto, o efectivo da Guarda-Fiscal, os Bombeiros com os seus fulgurantes capacetes, e as crianças da escola, todas formadas impecavelmente. As autoridades da terra, após apresentarem seus cumprimentos a Sua Excelência, ao descer do automóvel, também foram formar no centro do Terreiro para a revista da praxe. A maioria dos habitantes do concelho estava à volta da praça. Ao descer do carro, o Presidente foi ovacionado delirantemente. Das varandas e janelas caíram cascatas de pétalas de flores. Tudo pronto para a revista de honra. O João Cataluna pôs toda a sua alma de português no potente sopro de seus pulmões, que no clarim tirou os mais vibrantes sons no toque de sentido. Todos se postaram firmes inclusive o povo em volta. O silêncio caiu absoluto sobre tudo e sobre todos no mais profundo respeito e emoção. Só se escutava o cair da água no tanque por detrás do chafariz no cimo do terreiro. Sua Excelência movimentou-se e o João Cataluna soprou o toque de continência. Os oficiais militares levaram a mão à testa. Os militares e legionários, armados, apresentaram as suas armas, os Bombeiros apresentaram os seus machados e machadinhas, os oficiais legionários e as crianças estenderam o braço direito na saudação romana da legião Portuguesa e Mocidade. Vagarosamente, acompanhado do seu Estado-Maior, o Presidente da República começou a passar em revista as ‘’tropas’’ formadas em sua honra.

   Vestidos à paisana, com um fato cinzento que lhe caía impecavelmente, a estatura mediana e porte elegante, rosto oval e com o cabelo bem penteado e já quase todo branco e o inconfundível e imponente bigode, irradiando simpatia e ternura, Sua Excelência, o Presidente da República Portuguesa, General António Óscar de Fragoso Carmona, com expressão séria, com muita atenção ia olhando todos. O povo de Melgaço tinha respeito e admiração por aquele homem, como de resto toda a população simples do País. O povo continuava no mais profundo silêncio. Chegando às crianças da escola, Sua Excelência reparou no Manuelzinho com seu inusitado barrete e, sorrindo, tocou duas vezes com a mão no rosto do garoto, dizendo: - Muito bem, muito bem!

   O rapazinho estava firme como uma rocha, braço estendido, encarnando naquele momento todos os heróis da Pátria de que já ouvira falar. Quando sentiu as mãos e as palavras do Presidente continuou na mesma firmeza mas as lágrimas da emoção escorreram rosto abaixo e um tremendo soluço sufocou-o.

   Após a revista no Terreiro, o Presidente e a comitiva foram ao edifício dos Paços do Concelho. Pouco demoraram e dali foram a São Gregório, à ponte internacional que liga Portugal à Espanha. Uma hora mais tarde passavam novamente pela Vila directos a outras paragens. No dia seguinte o António da Loja Nova foi chamado ao Porto para dar explicações à Policia Internacional e Defesa do Estado. Na ânsia de participar nas homenagens, ele, que era vice-cônsul honorário da Espanha. Hasteara em sua casa comercial a bandeira daquele País. Reconhecida a sua ignorância em protocolo, foi mandado de volta apenas com advertência.

Melgaço, durante bastante tempo, viveu da emoção daquele acontecimento, retalho feliz na existência daquela gente.

 

 

MANUEL FELIX IGREJAS

 

 

 

 

Sofrimentos insensatos

 

I

 

A Palmira empurrou o portão de ferro e puxou-se para o lado. O Fedelho, que a seguia, indiferente, entrou no vasto quinteiro e dirigiu-se para a porta das cortes com passo lento, próprio dum cão de idade avançada – apesar de, aparentemente, ainda conservar um focinho de cachorro – que sabia o que fazia. Era totalmente branco, albino, diziam. Sentou-se, língua de fora, e esperou que a dona, depois de fechar o portão vagarosamente, viesse atirar para o chão o feixe de erva que trazia às costas. Estava longe o tempo em que ia com ela à erva, buscar faúlha ou tojo ao monte, e explorava incessantemente as proximidades do caminho de focinho no chão, à procura de um rasto odorífero de coelho ! Era rafeiro mas fora treinado para a caça, pois tinha um faro anormal. Hoje, custava-lhe fazer o trajecto de ida e volta da casa à leira, distante de algumas centenas de metros.

A Palmira vivera sempre em Orjás. O lugar situava-se na chapada duma pequena encosta. As poucas casas, dispostas de cada um dos lados do caminho, que por uma grande abertura no arvoredo saía da floresta, a um quilómetro dali, vindo de Cubalhão, e que continuava depois até Cavaleiro Alvo e Lubiô, eram majoritariamente antigas e de construção rudimentar. No meio, a velha igreja, toucada com um campanário bicudo em forma de gorro de lã ; por detrás, o cemitério com os muros meios derrubados, algumas cruzes degradadas e tombas enverdecidas. Em frente, ficava a minúscula escola. Mais adiante, uns bons metros, um largo com um vulgar cruzeiro de granito de onde o caminho bifurcava, indo um para Lubiô, passando por Cavaleiro Alvo, e o outro para o moinho do “tio” Júlio. A Palmira vivia numa ampla casa, a cem metros do cruzeiro, no caminho de Lubiô.

Deixou escorrer lentamente o verde feixe de erva para o chão, diante duma grande porta, e sacudiu as costas com uma mão para tirar as ervas que se agarravam à roupa.

Desde que casara e que o homem, o Belardo, fora para a França andava vestida de preto da cabeça aos pés. Só durante as poucas semanas de descanso que, de tempos a outros, ele vinha gozar à terra, é que ela se vestia de cor. Era a tradição. Na região, quando os homens se ausentavam para trabalhar no estrangeiro, as mulheres vestiam-se de preto. Era uma forma de manifestar a mágoa, a tristeza.

Um suspiro silencioso, inconsciente, escapou-lhe impulsivamente. Era uma reacção habitual, rotineira. Embora ainda não fosse velha, tinha feito sessenta anos em maio, a ausência do homem e a vida ríspida do monte começavam a pesar-lhe cada vez mais. Dirigiu-se para as traseiras da casa. Ali, na metade dum grande campo cercada de rede, tinha os galinheiros e, no resto, uns belos tacos com os principais legumes de que gostava. O cão não mexeu, sabia o que ela ia fazer e já não lhe apetecia acompanhá-la. Quando voltou, trazia nos braços umas folhas de boa couve verde. Sentia-se cansada. Seguida pelo Fedelho, subiu as escadas de pedra grosseira, desgastadas pelo atrito, e abriu a porta da casa que rangeu.

— Ês tu, Palmira ? – ouviu, enquanto sacudia a terra dos socos na soleira.

Era a voz, já trémula, da mãe que dormia no quarto ao lado da cozinha. Acordava sempre depois dela. A filha deixava-lhe a porta do quarto entreaberta continuamente. 

O Fedelho deitou-se no chão, no pequeno patamar, como era hábito seu. A Palmira entrou, pousou as couves por cima da mesa da cozinha e respondeu desleixadamente:

— Sou eu, mai, sou.

A cozinha ficava na maior peça da casa que desempenhava duas funções : cozinha e sala de jantar. A parte desta era do lado direito da porta de entrada. A mobília compunha-se de uma grande e maciça mesa central que podia acolher confortavelmente uma dúzia de pessoas, ainda que só tivesse seis cadeiras. Contra a parede interior, quase a meio, estava encostado um enorme armário de ébano, como a mesa e as cadeiras, cuja metade superior vidrada se encontrava entulhada de louça, testemunha de uma época remota. À primeira vista, via-se que havia muito que não era tirada do imponente armário. De um dos lados deste, um quadro do Sagrado Coração de Jesus, do outro, um de Santa Rita. Os dois muros exteriores eram cortados cada um por uma enorme janela. O amarelo das paredes, que o tempo tinha envelhecido, descorado como os mármores expostos ao ar, dava à sala um aspecto demasiado estático, desleixado. Apenas se serviam da sala de jantar quando o padre, na Páscoa, trazia a Cruz para beijarem ou quando o Belardo estava presente.

Do lado esquerdo, encontrava-se a cozinha. De elevadas dimensões, era a vida da casa. A grande laje da lareira ficava encostada ao muro lateral. Junto do lume, a cadeira de balanço da Delfina, há muitos anos no mesmo lugar, imutável, como se estivesse cravada no solo. Contra a parede de divisão, havia um lava-louça, a cozinha de ferro e um móvel comprido, no qual se guardava de tudo e que ocupava quase a metade da parede. Por cima deste, havia uma mixórdia medonha de produtos cerealíferos, de condimentos, de adubos, de oleaginosos, etc. Encostada ao muro exterior restante, que tinha igualmente uma janela como as da sala, havia uma pequena mesa com quatro cadeiras onde comiam o filho, ela e a mãe, ou, quando a Áurea, a filha, estava, os quatro. Era na cozinha que o quotidiano se passava.

Entre a cozinha e a sala de jantar, encontrava-se a porta que dava acesso aos quartos e à retrete, uma simples dependência com um buraco no chão que  despejava directamente os dejectos na corte das vacas.

O sol já não aquecia o suficiente todos os dias. Enquanto não acendia a lareira, a Palmira não tirava a mãe da cama. Como acordava bastante mais tarde do que ela, aproveitava para fazer alguns dos labores habituais da casa. Pôs a cevada com leite a aquecer no pequeno fogareiro a petróleo. Esfarrapou em seguida pão até encher uma grande malga branca com flores avermelhadas pintadas à volta. Era uma malga que a mãe conservara desde o seu casamento e pela qual tinha um apego exagerado. Deitou-lhe depois a cevada que não deixara ferver e acrescentou-lhe duas grandes colheres de açúcar moreno, antes de mexer bem as sopas. Gostava delas bem docinhas. Pôs-lhe um prato por debaixo e foi ao quarto ao lado, onde ela dormia, levar-lhas. Era um antigo quarto de arrumos que, por estar ao lado da cozinha e da lareira, fora arranjado para ela lá poder dormir. A lareira era o único aquecimento que a casa possuia. Pousou as sopas na mesinha de cabeceira e ajudou a mãe a sentar-se na cama. Deitou-lhe um velho xaile de lã pelas costas e pôs-lhe as sopas no regaço.

— Ô mulhêr, isto ê muito p’ra mim !

Não a ouviu. Havia muito que deixara de ouvi-la. Dizia sempre a mesma coisa e sempre a mesma coisa fazia: a malga ficava limpa. Sentou-se aos pés da cama de ferro, que chiou com o seu peso, e, como que hipnotizada, ficou a olhar para a mãe. Não a via. O seu olhar traspassava-a. Esta, sem lhe prestar qualquer atenção, como se estivesse sózinha, comia a um ritmo cadenciado mas contínuo. A pele curtida pelas intempéries, que contrastava com o branco da camisa de dormir, dava-lhe um ar de sagacidade e de consideração.

A Delfina tinha oitenta e cinco anos e, graças a Deus, não se podia queixar. Comia bem, a horas certas, e a saúdinha ia-se entendendo com ela. A única contrariedade eram as pernas que, às vezes, emperravam um pouco e não lhe permitiam  ir dar as voltas que ela desejaria à igreja ou ao cruzeiro. Tinha-se afastado de um mundo escabroso que todavia continuava a ver, embora cada vez menos. Deixava raramente o aconchego caseiro, as pantufas cinzentas de seda e o roupão preto que lhe tinha trazido o Belardo da França.  Contudo, aos domingos, ia  com a filha, com o neto e, quando presente, com a neta assistir ao ofício religioso. Fora naquela capela que a tinham baptizado e que, havia sessenta e seis anos, se tinha casado. Ao fim da missa, gostava de sentar-se num dos bancos de pedra que havia no adro e trocar umas palavras com as pessoas presentes que não deixavam de ir saudá-la e de lhe apertar a mão afectuosamente. Era o único contacto que tinha com o exterior e o seu momento privilegiado.

 

(continua)

 

A.E.C.

 

 

FRONTEIRAS PORTUGUESAS E LEONESAS

 

NOS FINS DO SEC. XII

 

   O que dizemos no texto, relativamente aos limites de Portugal, estriba-se nos fundamentos que vamos apontar.

   Linha da foz do Minho a Melgaço. No Arch. Nacion., M. 12 de For. Ant., nº 3, f. 22 v. acha-se o foral de Melgaço dado em 1181, e na carta de repovoação de Lapella de 1208 renovam-se a este logar os fóros com que tinha sido povoado in diebus regis D. Alfonsi (Liv.2 de Alem-douro, f. 269). Os povoadores de Melgaço pediram para si os foros de Ribadavia, concelho limitrophe na Galliza. Lê-se no preambulo deste diploma que a nova povoação era fundada na terra ou districto de Valadares, districto que, como hoje vemos da situação desta ultima villa, se dilatava ao longo do Minho para o lado de Monção. Affonso I incluiu nos termos do novo municipio metade de Chaviães, logar exactamente situado no ângulo que a linha de Melgaço a Lindoso fórma com o rio Minho, caíndo quasi perpendicularmente sobre elle. Na restauração de Contrasta (Valença) por Affonso II (Liv. de Affonso III, f. 64 v.) affirma el-rei que seu pae já tinha dado um foral áquelle logar, o qual, portanto, remonta á epocha de Sancho I e, talvez, á de Affonso I, porque nem sempre a carta municipal coincide com a origem das povoações, podendo ellas existir anteriormente e, até, terem tido outro foral, hoje perdido. Isto se vê do fraguemento da demanda de Affonso II e suas irmans (lançado no Liv. 3º de Aff. III, f.26), donde consta existir já o castello de Contrasta por morte de Sancho I, porque logo começaram as discordias de Affonso II com as infantas, durante as quaes foi Contrasta tomada pelos leoneses. Que por este lado o districto  mais meridional da Galliza (Toronho) vinha intestar com o Minho é o que se deduz da restituição feita por Fernando II em 1170 á igreja de Tuy de algumas propriedades sitas no seu reino, de que estava desapossada desde o reino antecedente. Entre ellas figura o lugar de Tominho, a menos de uma legua da margem direita do Minho e a pouca maior distancia das bordas do mar (Docum. Da Esp. Sagr., T. 22, Append. XV). Finalmente, o testemunho de R. de Hoveden nos mostra ser então geralmente sabido, que, ao longo da costa, a foz do Minho formava a divisão entre os dous reinos de Leão e Portugal (Hoved. Ann. apud Savile, p. 672).

 

Linha de Melgaço e Lindoso. De dous documentos do cartulario de Feães (Sandoval, Ygles. de Tuy, f. 132 e 137), provavelmente destruído no incendio que devorou aquelle mosteiro no seculo passado, se conhece que pelos annos de 1166 a 1174 este mosteiro era um territorio português; porque, posto aquelles documentos sejam de particulares, nelles se diz que reinava em Portugal Affonso I, não mencionando o rei de Leão. Que as cercanias do logar onde depois se fundou Lindoso pertenciam a Portugal pelos annos de 1160 resulta evidentemente do relatorio da transladação das reliquias de Sancta Eufemia, as quaes por essa epocha foram levadas a Orense. A ermida de Sancta Marinha, onde ellas se achavam estava já então sobre a fronteira e perto de Manin, ultima povoação sobre o rio Lima do lado de Galliza, como Lindoso é do lado de Portugal.

 

RETIRADO DA NET; INFELIZMENTE NÃO SEI INDICAR O NOME DO AUTOR DO TEXTO NEM A ENTIDADE QUE O PUBLICOU. AS MINHAS DESCULPAS. 

 

ILIDIO SOUSA 

 

MAIS UM ANIVERSÁRIO

melgaçodomonteàribeira, 06.03.13

FOZ DO RIO TRANCOSO 42º 9’ 15’’ FAZ 2 ANOS DE VIDA

 

 

 

MELGAÇO NOS ANOS 30

 

 

   O inverno deixava pouco que contar, apenas muitas frieiras nos pés e nas mãos, o nariz sempre pingando fazendo com que a gola e os punhos do casaco ficassem lustrosos de tanto enxugar o pingue. Veio outro verão. Os homens mais novos andavam empolgados com uma grande novidade. A Legião Portuguesa instalava um núcleo em Melgaço para combater o comunismo, grande praga que se alastrava pelo mundo, e na vizinha Espanha já andava fazendo das suas, diziam as pessoas mais velhas. O tenente Lopes, oficial da Guarda-fiscal, foi destacado para instrutor da nova tropa em Melgaço.

   Aos domingos na Feira Nova, os futuros ‘’heróis’’ exercitavam-se na marcha e no manejo as armas, grandes, pesadas e antigas espingardas que vieram de Lisboa. Muita gente ficava de longe apreciando a rapaziada, e a canalha miúda, assanhada, imitava o exército de paisanos. No início não tinham fardamento, era cada um com sua roupa. O João Cataluna, primeiro cornetim da banda de música, passou a ser o cornetim da Legião. Foi grande a empolgação inicial com a adesão de todos os ‘’papo-secos’’, principalmente aqueles que haviam sido dispensados de ir à tropa e desejavam mostrar-se úteis à Pátria. O tenente Lopes decidiu que o adestramento passaria a ser feito exclusivamente nas manhãs dos domingos. Essa deliberação esfriou os ânimos, pois a monotonia da rotina, e logo nas manhãs de domingo, quando todos gostavam de ficar na cama um pouco mais. A frequência diminuía a cada domingo ao ponto de só aparecerem meia dúzia. Revoltado, o tenente Lopes, sentia perigar a sua autoridade e seu cargo. No domingo daquela meia dúzia, foi com eles, armados, de casa em casa, tira da cama os faltosos e levou todos presos para o quartel, que era nos baixos da Câmara, onde passaram o dia.

   Após essa pequena e doméstica contra-revolução, a situação definiu-se: o Gui do António Fernandes, o Franklin da Carneira, o Arnaldo Guimarães, o Manéco do Simão, o Quique do Dr. Augusto, o Lélo do Sr. Aurélio e outros meninos bonitos da terra que tinham aderido pela curiosidade da novidade, desligaram-se, outros, também se desligaram ou abandonaram ou por falta de vocação e só ficaram os idealistas, os empregados públicos, os que pretendiam algum cargo oficial e os registados no Fundo do Desemprego.

   Na vizinha Espanha onde muitos melgacenses iam ganhar seu sustento, estourou uma guerra. Desde algum tempo que a gente mais velha comentava que as coisas por lá não andavam nada boas. As criaturas não se entendiam e o resultado foi aquele. Os tais comunistas, hereges que queriam o que era dos outros, estavam tomando conta do país vizinho e os nacionalistas opuseram-se à pretensão. Era esta a ideia que circulava entre a gente simples, resultado da propaganda oficial. Para os portugueses da raia, a não ser os que tinham familiares no outro lado e por isso se preocupavam, a maioria não deu grande importância. O cenário de guerra era lá no centro da Espanha, e ali perto, na Galiza, sob o poder dos nacionalistas, as coisas estavam mais ou menos calmas. Passou, sim, a haver grande agitação nas relações comerciais informais. O contrabando tornou-se fonte e renda exclusiva daquela gente. Agora era de Portugal que ia para Espanha tudo que representasse alimentação. Melgaço tornou-se grande escoadouro de galinhas e ovos vindos em camiões directos a S. Gregório. Na estrada normalmente deserta até há pouco tempo, agora era uma romaria. Aquela actividade gerava lucros a muita gente, mas directamente nada representava para o Município. O Dr. João Durães, administrador do concelho, mandou que seus fiscais fossem rigorosos na cobrança do imposto indirecto que incidia sobre todas as mercadorias e beneficiava o Município.

   Os donos das mercadorias negavam-se a pagar a liquidar tal imposto, pois alegavam que os produtos transportados não eram para consumo local, estavam em transporte para outro destino, o que era verdade.

   O impasse instalava-se com argumentos de cá e argumentos de lá.

   A guerra civil espanhola recrudescia, as notícias orais de quem conseguia escapar desmentiam as noticias oficiais que os jornais censurados transmitiam. Na Galiza, onde oficialmente não havia embate de tropas, havia fuzilamentos e vinganças por motivos mesquinhos, contava-se. O povo ingénuo de Melgaço só passou a acreditar no que diziam que se passava na Galiza, quando os cadáveres, num cortejo tétrico desciam o Rio Minho, vindos de Espanha. Alguns desses corpos ficavam presos nas pesqueiras, numa tremenda contradição à sua finalidade. Construídas pelos homens para aprisionar os peixes que sobem o rio a fim de se perpetuarem, serviam agora para capturar os cadáveres de homens vítimas da insanidade humana.

   Tinha dias de aparecer dois e três cadáveres. As autoridades melgacenses, interpretando o sentimento cristão do povo da terra, a todos esses infelizes, alguns em adiantado estado de decomposição, proporcionava um funeral religioso como a qualquer cidadão da terra.

   Triste fase do povo do outro lado do rio que a titulo de idealismos políticos, aproveitavam para assassinarem em vinganças por motivos mesquinhos. Mas, apesar da lamentável situação, os portugueses da raia tiravam proveito. Como o dinheiro espanhol estava desvalorizado, o pagamento das mercadorias contrabandeadas, após acabarem os duros de prata, era em ouro e objectos de valor.

 

 

FÉLIX IGREJAS

 

Publicado em A Voz de Melgaço

 

ESTRELLA MORIBUNDA

 

Aquella Rosa branca, a flor mais viva

Dos jardins olorosos de Granada,

Já não parece a flor enamorada,

Triste por viver só, viver captiva.

 

Outr’ora, em seu mirante, pensativa,

Muitas vezes a luz da madrugada

A via entre boninas, enlevada

Nos sons d’uma guitarra fugitiva.

 

Agora, a Beatriz do Poeta abstruso,

A Elleonora das canções do Tarso,

A Natércia gentil do cantor luso,

Sol perdido em nevoeiro escuro e baço,

A cîtharas prefere a roca e o fuso,

Aos meus cantos presuntos de Melgaço

 

Publicado em A Folha (1868/1873) 

 

Coimbra 1872 por João Penha

 

Recolhido da net: http--purl.pt

 

ILÍDIO DE SOUSA 

 

 

  

Praça principal de Arbo

 

 

Festa da lampreia IV

 

 

   Levámos uns minutos para conseguir uma mesa bem colocada. Sentámo-nos, finalmente, à entrada, junto duma das portas do café. Dali, podíamos observar a multidão amontoada na praça e uma parte do palco, no qual os ranchos  espanhóis e estrangeiros iam suceder-se alternadamente. Estava-se bem.

   O ambiente festivo, extraordinariamente aberrante, não deixava ninguém indiferente. Grupos de esplêndidas "muchachas", radiantes de vida, maquilhadas apenas para fazer sobressair a beleza do rosto e não para dissimular os defeitos ou a fealdade, atraíam mesmo a atenção dos mais pacatos ou distantes. O olhar sorridente e excitado saltitava em todas as direcções. Procuravam namorisco. A mulher espanhola tinha uma certa soberba, qualquer coisa de singular. Bastava apreciar os casais de meia idade, já bem instalados, para constatar a afeição e o gosto que os homens lhes expressavam. Com efeito, não escondiam o regalo ostentoso que sentiam quando passeavam com elas ao domingo, de braço dado na rua. Tinham escolha. A guerra civil fizera bascular bastante o número de homens em Espanha. Aínda hoje se verifica esta desigualdade.

   — Bem ! Como é ? Num viemos a Arbo só p'ra nos emborracharmos... – a boca era do João. O Pacho fez uma carranca e passou os dedos  pelo queixo. Percebeu que, indirectamente, lhe  era dirigida – Log'à noite, comemos uma lampreia ou nam?

   — Ai ai ! Entam que viemos fazer aqui ? – perguntou por sua vez o Pepe – Mas cada um pag'á sua parte, num é ? Tu tam'ém alinhas, Alfredo? 

   — Se calhar gastou o dinheiro todo no Sical e agora está teso com'um carapau fresco ! – fustiguei.

   Não podia ser mais directo. Rimos. O Alfredo, as costas bem apoiadas na cadeira e os dedos das mãos cruzados por cima da barriga, estava a ficar irritado perante os nossos risos.  Além de lhe  termos feito abortar  o projecto, aínda era alvo de gozo ! Como todos, gostava de gozar, mas não gostava de sê-lo. Não pôde aguentar mais e, colérico, preveniu-nos, metade em português e metade em espanhol:

   — Ide-vos foder mas é. "Ya vos caeréis, como dice el  xicano !"

   Mudamos de conversa e pedimos mais uma San Miguel, pois a primeira não fora suficiente para afogar a sede. O "cuba libre" que, indubitavelmente e havia muitos anos, era a bebida preferida da juventude espanhola, proliferava até saturar por cima das mesas e do balcão do café. Calámo-nos e deixámo-nos estar a ouvir a música e a apreciar o pessoal. Mais logo, encomendaríamos a lampreia, pois não queríamos chegar à hora e apanhar uma decepção.

   Resolvemos ir dar uma volta pela praça, ver as "chiquitas". O Pacho ficou. Aínda estava "cheio de sede" e esperava, sem dúvidas, encontrar alguém que lhe pagasse uns copos. Precisava recuperar o perdido. Lá fomos, mas depressa nos arrependemos. Tivemos de abandonar prontamente e ficar por ali, pois a tarefa era demasiado árdua e tédia. Além disso, certos espanhóis, com os copos, eram indelicados, nada obsequiosos. Ficamos a pouco mais da metade da praça. No palco, actuava um grupo de "mariachis", músicos mexicanos. Mais tarde, segundo o cartaz que víramos à entrada da vila, poderíamos apreciar o rancho regional "Os Esticadinhos", de Cantanhede. Tínhamo-nos rido ao ler o nome que achávamos cómico. Acabaria com a dinámica Banda de Música Municipal de Marin.

   Ali permanecemos de braços cruzados, sem reparar na hora. Grandes aplausos para os mexicanos. Começou o rancho português. Os trajes típicos que os componentes dos ranchos vestiam eram de uma fineza e uma beleza inigualável. Com a música, os trajes, as danças e os instrumentos, tentavam manter a tradição, a cultura ancestral. Lutavam contra o esquecimento. Calmamente, foi correndo a tarde. Sob os aplausos, o rancho deixou o lugar à banda de música, o rock  dos mais idosos. Ia a banda na segunda música quando vimos o Pacho diante de nós, sem sabermos de onde saíra. Tinha ares de quem estava melhor, mais distendido.

   Fomos encomendar a lampreia. O Alfredo acabou por também alinhar. Entrámos  num bar onde, segundo o Alfredo, faziam uma boa lampreia com arroz (a maioria fazia-a à bordalesa). Pediram-nos oitocentas pesetas. O Pacho achou que era um bocado mais cara do que no passado ano. Nós não tínhamos a mínima ideia, pois era a primeira vez que vínhamos à festa da lampreia. Em todo caso, que nada baixava, já se sabia. Dirigimo-nos a outro bar. Exactamente o mesmo preço. Achámos que não valia a pena procurar mais e voltámos ao primeiro. Encomendámo-la para as nove e meia (em Espanha era uma hora mais e os espanhóis só começavam a comer a partir das dez) mas, para termos a certeza de que  comeríamos o arroz a fugir, como tem de ser, estaríamos ali um quarto de hora antes. Passava  das sete e meia espanholas. A cerveja pusera-nos as tripas a gargarejar. Tivemos tempo de saborear sossegadamente umas finas fatias de "xamón" que o homem dizia ser da Cañiza (?). Não pudemos contradizê-lo pois não éramos assaz conhecedores para podermos determinar a origem. O tinto com que o acompanhámos, da região, pintava bem o interior da tigela, mas não valia o do Telmo.

 

(continua)

 

ANIVERSÁRIO

melgaçodomonteàribeira, 06.03.13

 

 

P’RÓ AFILHADO PIMPÃO


   Sem pretensões de intelectualidade, Ilídio de Sousa (Carriço), David de Carvalho e Manuel Igrejas deram corpo a um Melgaço quase desaparecido.

   Quase porque, tirando os arquivos de A Voz de Melgaço, pouco ou nada temos para nos documentar. Eu sei que temos o Noticias de Melgaço, o Jornal de Melgaço, A Neve de Castro Laboreiro ou Porta de Cavaleiros de Lamas de Mouro, só que, os colaboradores de  “MELGAÇO, DO MONTE À RIBEIRA" estão distribuídos por Queluz (Portugal), Paris (França) e Rio do Janeiro (Brasil).

   A tradição oral depressa passa dos socos às enxergas de folhedo, da sopa d’unto ou do cinema do Sr.Hilário (Pelicano) para os dias passados em bidonvilles ou fugas a guardas-fiscais e carabineiros.

 

   Aproveito para recomendar duas obras apresentadas no mês de Agosto de 2008, no encontro organizado pelo NEPML – Núcleo de Estudos e Pesquisa dos Montes Laboreiro (fundado em 2001), que representam a excepção à regra: ECOS DOS MONTES LABOREIRO, de António Bernardo, Edição de Autor e O BURACO DA SERPE, de José Alfredo Cerdeira, Edição de Autor.

   Por sua vez, a Câmara Municipal de Melgaço editou o nº 7 do Boletim Cultural, obra maior da cultura Melgacense (obrigado a todos os colaboradores na figura do Prof. Dr. José Marques).

 

   Resumindo: quem quiser dar o seu contributo ao “MELGAÇO, DO MONTE À RIBEIRA", aqui tem um espaço que gostaríamos que utilizassem, seja texto ou fotografia.

 

   Contacto: melcarrico@gmail.com



25 ANOS

melgaçodomonteàribeira, 04.03.13

 

 

Em 24/11/82 num cartório da kapital.

Em 28/11/82 na Igreja de Santa Maria do Campo na Vila de Melgaço, acto oficializado pelo Padre Justino Domingues, conforme registo da dita Igreja, também chamada de Igreja da Misericórdia.