CONTRIBUTO PARA A HISTÓRIA DO CONTRABANDO-2
Cela – Galiza
Las vacas no saben, no responden
Los riesgos de los contrabandistas no son muy abultados, pese a que ahora planee un posible riesgo de cárcel por tales actividades, amén de la multa económica. Pero el planeo es suave. De cuando en cuando, las fuerzas de orden público cogen algún camión y le imponen una multa no excesiva. En alguna ocasión, se decomisa el ganado que luego es sacado en Vigo a pública subasta..., cuya puja -a la baja- la hacen los proprios contrabandistas, sin que nadie –salvo elles- ose pujar.
Para el último salto de la frontera sobre el río Trancoso los contrabandistas, tanto españoles como lusitanos, tienen sus medios de comunicación. Si tal ventana está abierta por el día, o iluminada por la noche, en tina casa determinada del pueblo de enfrente, se sabe que el camino está libre y se puede proceder al trasvase. Si es de noche, en lotes grandes. Si es de día, de dos en dos o de tres en tres.
Dado como es la zona, hay españoles que tienen terras y prados en Portugal y lusitanos que tienen tierra en España, y ambos permisos para que eqúis número de cabezas puedan pasar la raya, para pastar en el país vecino. Lo que sucede es que sí un labriego tiene un guía o permiso para cinco o cuatro vacas y las pasa tranquilamente al otro lado de la raya quien sabe si cada día esas cuatro o cinco vacas son las mismas que las del día anterior? Las vacas no saben, no contestan. “Todo”, nos comunica S. F. R., “tiene que ser muy bien programado. Porque, por ejemplo, si tenemos que tener detenidos en las cuadras a cien mamones durante tres días, que sólo pueden ser alimentados con leche, es una ruina. Igual que tener estabuladas tres docenas de vacas a base de pienso...”. “De cualquier forma”, declara R. R. C., “no hay demasiadas complicaciones: algunas multas y, más recientemente, que se nos acusa a algunos de evasión de capitales, pues pagamos, por ejemplo, los terneros en Portugal”. (Al parecer en un café de la plaza principal del pueblecito de Melgaço de nombre La Estrela). En los días, presentes –inicios de 1983-, el paso del ganado solo se hace dos días a la semana: miércoles y jueves.
Lo nuestro es un trabajo
Cuando el miércoles a primera hora de la mañana llegamos a uno de los puntos del contrabando y pase de ganado ya hay un camión, matrícula de Lugo LU-310 (otro número y otra letra), que va a descargar se mercancía. Ante nuestra presencia no se deciden. Optamos por presentarnos a cara descubierta y decirles: somos de EL PAÍS y venimos a hacer este reportaje. Quedan suspensos. Para convencerles, tenemos que contarles secretos de ese contrabando, contraseñas, cifras, etcétera. Optan,, al fin, por proceder a descargar a una decena de vacas, pero se niegan a que hagamos fotos pasando el puente de madera camiño de Adedela. Encierran las vacas en un establo.
Bajamos luego hasta la frontera y tras pasar por Melgaço subimos hacia Adedela (que está situada frente por frente de Cela, cási dándose la mano). Alli podemos fotografiar el paso de las vacas por una anciana que nos confiesa sin rubor su misión.
“Si se abre la frontera entre España e Portugal nos hundiremos en la miseria”, confiesa un portugués de ochenta años que tropezamos en Cela. “Aqui desde siempre hemos vivido -malvivido- gracias al contrabando”.
Comemos en Portugal y, a la vuelta, nuestra sorpresa es grande cuando vemos a el Rápido e otros seis o siete: contrabandistas tomando café y orujo en el café situado -en la parte española- entre el edificio de la Policía Nacional y el de la Guardia Civil. Se empeñan, en invitarnos a café y orujo. Y al jefecillo, ya varias veces nombrado, el Rápido, se le suelta la lengua y nos narra su vida.
Trasiego de ganado
Tiene ahora sólo veinticinco años. A los catorce se fue a Suiza. Regresó a los diechiocho y se ineció en esto de contrabandear poco después: “Antes a mí me mandaban muchos, pero ahora casi todos los que me mandaban están a mis órdenes”, dice sin disimular un ciérto orgullo. Pequeño de estatura, enjuto, tiene un aire casi agitanado. Nos abandona en plena conversación y sale al exterior. Enfrente, junto a la gasolinera, para un jeep, con cuyo conductor habla. El conductor, que bien aparenta ser el capo, charla sin parar. Pasa el tiempo. Optamos por volver al pequeño pueblo de Cela, cuando la luz invernal empieza a declinar y más entre estas abruptas montañas. Volvemos a ver un camión con matricula de Santander que, por lo menos, es hoy a tercera vez que sube cargado de ganado.
De pronto, nos adelanta el jeep, y trás él se sitúa un viejo Seat 600 blanco, matrícula de Madrid M 549.24... (y otro número) que conduce el Rápido. Poco antes de Cela nos cierran el paso. El del jeep hace como si se le hubiera averiado el coche y no podemos pasar porque la carretera es tan estrecha que pueste un coche en mitad de la calzada es imposible pasar y menos con un automóvil ancho como el que llevamos.
Recurro a todo mi conocimiento de palabrotas en portugués (gallego no sé) para hacer entender – que no vamos a tolerar este atropello. El del jeep, alto, forte, bien trajeado, bigotudo, con coche matrícula de Orense OR-031... (y otro número y letra final), dice que reclamemos a la Guardia Civil. Le contestamos que lo haremos sin duda si no dejan paso franco.
El Rápido contemporiza: “Pero si ya esta mañana habéis echo fotos, para qué queréis sacar más? Estais jugando con nuestro medio de vida”. Por fin dejam paso. Legamos ao pueblocito y el camión no ha sido aún descargado. Optamos por no envenenar más el tema. En realidad, ya está todo hecho. Ahora invitamos nosotros, y no sacamos más fotografias. No hacen falta. Les perguntamos que adónde llevan a los terneros que traen de Portugal.
Los millonarios
“De preferencia a Cataluña y Aragón, aunque también servimos a Asturias y Santander”. “Vais contra nosotros”, insisten, y remachan: “Ninguno de nosotros se hace millonario. Acaso personas que no conocemos e programan todo. Nosotros sólo somos meros intermediarios y sacamos para vivir mejor o peor, e mais nada”. Lo cierto es que tienen razón. La raya de Portugal, la maldita raya de Portugal es la región de toda Europa más extensa, pobre y despoblada, semillero de emigrantes, olvidada por los Gobiernos de Madrid y Lisboa, que siguen haciendo una política interpeninsular que en la frontera es de darse la espalda, “de costas voltadas”, que dicen los lusitanos.
La tela de araña
Es terrible, pero es completamente cierto que si no hubiera sido, y sea hoy, por el contrabando de cualquier clase (excepto, y esto es importante, por el de la droga que sigue la línea de Gibraltar y su campo), la supervivencia de los habitantes de una y otra parte de la raya de Portugal, que se estiende a lo largo de 1.231 kilómetros de frontera, sería imposible. Por supuesto, son los habitantes fronterizos quien menos se benefician del tema. Los grandes ganadores son los capos, algunos de cuyos nombres se conocen, pero que es imposible darlos aquí, pues carecemos de pruebas materiales para hacer tales acusaciones. De qué serviría que a un señor que nos enseñó imprudentemente los albaranes de su comercio ilegal de vacas y terneros con Portugal lo sacáramos a la luz pública, si él es sólo un pez pequeño en el entramado de la tela de araña?
La realidad es que, sea el caso del tabaco del ganado de la leche, del café, de los muebles o las vajillas, etecétera, nadie hasta ahora ha querido entrar a saco en el espinoso tema, que es controlado por un número pequeño de personas. Este contrabando es, pues, una especie de picaresca ibérica más, que representa una gota de agua en el océano de las fugas de capitales, que se dan en España.
A uno, sin nostalgia, al contemplar la pobreza del acogedor pueblo portugués (y del no menos povo galego) se le vienen a la memoria las tristezas de este pueblo y aquelles versos del Pessoa que recitaba: “Ay, mar salgado (salado), cuanta de tu sal, son lágrimas de Portugal”. Como hermanos siameses unidos por la espalda, encadenados el uno al otro sin posiblidad de vivir dándonos la cara.
EL PAÍS
Domingo, 23 de enero de 1983
http://elpais.com/diario/1983/01/23/economia/412124402_850215.html